«Los héroes de nuestra época son Julian Assange, el soldado Manning y Edward Snowden. Por denunciar el mal funcionamiento de esta democracia vigilada han arruinado sus vidas y son perseguidos como peligros públicos»
Según tenemos entendido, naciste en Badajoz, estudiaste bachillerato en Galicia y cursaste el Preuniversitario en Madrid, antes de aterrizar en Barcelona…
A la muerte de mi padre me metieron a estudiar en colegios interno en Padrón y Madrid, siete años de internado “manu militari”. Orden castrense administrado por militares. Esos años me marcaron mucho: orden, estabilidad, obediencia, constancia, rutina. Vida de monje hoy, eremitas en medio de Madrid y hambre, mucha hambre. Y de repente, fuera, a Barcelona y Barcelona me enamoró.
¿Qué te trajo a Barcelona, la universidad o la oferta laboral? Porque nos consta que tú empezaste dos carreras: Antropología social y Económicas…
Vine a estudiar. Elegí Económicas porque parecía que no era ni Letras ni Ciencias, pero a los dos años me pasé a Antropología Cultural, que tampoco terminé. Me dejé el pelo largo, me fumé los primeros porros y acabé en Ginebra haciendo el hippy. A la vuelta empecé a trabajar en Construcciones y Contratas, de administrativo de obra.
¿En tu infancia y juventud te hicieron sentir alguna vez ‘charnego’ o –pese a no expresarte habitualmente en catalán– siempre te sentiste bien acogido e integrado en la capital del Principat?
Siempre me he encontrado bien en Cataluña. Mi mujer y mi hijo son catalanes y hablo y leo catalán. La única vez que me han llamado charnego fue en Mahón.
Gracias al puerto y a su Barrio Chino, a finales de los 60 y principios de los 70 la Ciudad Condal contaba con sitios más o menos clandestinos donde era posible conseguir grifa de manera regular ¿Tu primer contacto con el cannabis se produjo en Barcelona o ya venías ‘fumado’ de casa? Háblanos un poco de tu experiencia personal con las sustancias psicoactivas.
Fue a los diecinueve años, y me dio el jamacuco, en las escaleras de la Plaza del Rey. Menos mal que allí había una fuente… Después íbamos a comprar grifa, “caramelos”, a las Siete Puertas, una caja de cerillas para cuatro porros, ¡por 25 pesetas! Una vez compramos allí mismo unos tripis y nos vendieron plástico aislante de cable eléctrico. Nos sentimos tan frustrados que no cejamos hasta conseguir el primer tripi de verdad. Después probé peyote, opio, hongos… pero lo mío es la maría y dos o tres veces al año LSD o San Pedro. Las otras son mis drogas malas.
Tenemos entendido que durante un tiempo los amantes del cómic underground compartisteis autobuses con los españoles ávidos de sexo que viajaban hasta Perpignan (Francia) para ver El último tango en París (1972) y otras películas todavía prohibidas entonces en España. Menudo cóctel, ¿no?
Que yo sepa, los comiqueros no iban a Perpiñán. Solía ir con mis compañeros del curro, de la obra, ellos se metían en el cine y yo me iba a la caza de tebeos franceses y americanos. También vi algunas películas prohibidas aquí, Senderos de gloria, Rey y Patria… No todo eran pelis eróticas.
Harto de historietas rancias y estereotipadas, a mediados de los 70 escribiste un cuento titulado “Rebelión en el frenopático”, que narraba la insurrección de un tal Chreistus, un tipo al que le estaban intentando aplicar un electrochoque, que se publicó en una revista bastante disparatada llamada La Claraboya… ¿De dónde te surgió te surgió la idea?
Leí que en la URSS trataban a los disidentes como enfermos mentales, los recluían en manicomios y los sometían a tratamiento, de ahí salió la idea del “enfermo” que se fuga del frenopático con el casco del electroshock puesto. Se publicó el La Claraboya y durmió durante meses en un cajón, en casa de Gallardo y Mediavilla y mientras tanto se me ocurrió cambiarle el nombre por el de Makoki, por un perro que teníamos en el curro que estaba siempre lamiéndose las partes pudendas, un perro macoquero, por macoca, paja y de ahí Makoki. Por eso lo registré yo, con un dibujo de Gallardo.
Después, las peripecias de ese antihéroe, definitivamente bautizado como Makoki, vieron la luz en otras publicaciones más o menos underground, como Disco Exprés y Star, antes de pasar a El Víbora, donde alcanzó su máxima popularidad y se convirtió en el abanderado de la denominada “línea chunga”. ¿Cómo explicas que un personaje caracterizado por su revuelta personal contra su psiquiatrización, en delirante recorrido por la vida cotidiana en los bajos fondos barceloneses, haya sido reconocido como uno de los iconos populares más importantes de la cultura underground del último tercio del s. XX y que todavía a estas alturas del XXI perdura en la memoria colectiva?
Supongo que porque conectó con las experiencias de los lectores de aquella época (a pesar de que nunca se publicó en El Víbora) y por la evolución del dibujo de Gallardo y los guiones, que fueron mejorando, pero siempre con referencias directas a personas conocidas y situaciones y ambientes reconocibles por los lectores.
La cuestión de la paternidad del personaje ha sido muy discutida, dando origen a una interminable polémica. Tú, como autor del relato original, llegaste a registrarlo y patentarlo. Hace poco en una entrevista subida a Internet leíamos que Miguel Gallardo decía sobre ti que “nunca” has sabido distinguir que “una cosa era dar ideas, mucha gente las tiene, y otra es construir”. Tienes algo que añadir al respecto o, a estas alturas, ya pasas de echar más leña al fuego.
Efectivamente, es un tema que ya no me motiva y prefiero pasar. Inventé el personaje y le puse nombre. Yo le daba ideas, nombres de mis amigos y palabras del ambiente a Mediavilla, y por lo que sé, este nunca le contó a Gallardo mis aportaciones hasta “La Batalla de los Kilos”. A partir de ahí ellos se encargaron de todo.
Abriste la librería Makoki como “tienda de cómix y ciencia-ficción” en la calle la Nau, próxima a la Vía Laietana, muy cerca de donde se encontraba Zeleste, en junio de 1977 pocos días antes de que se celebraran las Jornadas Libertarias Internacionales del Parque Güell y el Salón Diana… ¿Eres de los que crees que el verano del 77 supuso el momento álgido del rollo underground de los 70, de aquella Barcelona abonada a la contracultura y la psiquedelia anarquizante, y que después vino el declive, indisolublemente asociado a la diseminación de heroína?
Sí, estoy de acuerdo. Fue la primera oleada de heroína. Cayó hasta la banda del barrio de la Ribera (actualmente barrio del Born), decían que ellos eran inmunes…Los comiqueros cayeron en la segunda oleada a finales de los ochenta. Para mí la tan traída Movida Madrileña empezó con aquella movida de Barcelona.
Tu concurso también fue decisivo que que se montara el Saló Internacional del Cómic que viene celebrándose anualmente en Barcelona desde 1981, cinco años más tarde trasladaste la librería Makoki, que ya era también editorial, a la plaza del Pi… Explícanos, por favor, tu punto de vista sobre cómo se pasó de lo que se llamó el “boom de cómic español” hasta la desolación del panorama actual del mercado, vendido y entregado a las editoriales estadounidenses y japonesas.
La idea del Salón del Cómic salió de la librería Makoki. Una amiga, Marta Costa, era la secretaria del jefe de la Feria de Barcelona. Se lo propuso y nos puso dos condiciones: crear un Comité Organizador donde estuvieran representados todos los sectores de la profesión y hacer un viaje al Salón del Cómic de Angulema para hacer un informe sobre su funcionamiento. Fui el secretario del Comité durante la primera época y el Presidente era Jesús Blasco. Por lo demás, el éxito de El Víbora llevó a los dibujantes a un gran reconocimiento y a cobrar medianamente bien. Pero los editores se dieron cuenta de que una página de superhéroes o de manga les salía por la cuarta parte de lo que cobraba un dibujante de aquí. Poco a poco fueron comprando cada vez más material barato y, como no podían bajar los sueldos a sus dibujantes, a los nuevos les pagaban mucho menos que a los consagrados, que quedaron relegados y algunos, como Nazario y Mariscal, dejaron de dibujar. Otros, caídos en la drogaína, aceptaban lo que les echaran, pero sus trabajos ya no eran tan punzantes. Al final, los editores, llevados por su racanería, acabaron vendiendo el mercado español a los superhéroes y al manga. Hasta hoy.
¿Cómo ves el futuro del cómic, de la historieta gráfica, ahora que la tecnología digital más sofisticada está al alcance prácticamente de todo el mundo?
Efectivamente. Ahora no hace ninguna falta saber dibujar para contar tu vida en una novela gráfica. Cualquiera puede hacerlo. Espero que, tarde o temprano, volverá el dibujo figurativo y realista, pero nunca volverán aquellos tiempos con 34 revistas mensuales. El futuro del cómic está en Internet, como casi todo.
Cambiando de tercio, un grupo de consumidores veteranos de cannabis fundasteis en mayo de 1990 la Asociación Ramón Santos de Estudios sobre el Cannabis (ARSEC) para exigir a los políticos la despenalización de la marihuana y un trato diferente al de criminales o delincuentes. ¿Nos puedes explicar cómo surgió la idea y quién era Ramón Santos?
Ramón Santos era un amigo abogado, especializado en delitos relacionados con las drogas. Venía a comer con nosotros y nos explicaba que los consumidores no estábamos fuera de la ley. Estaba colegiado en Barcelona, Cádiz y Mallorca. Un día vino a comer con otro abogado de Mallorca, Jaume Torrent, que se hizo asiduo de aquellas disparatadas comidas en el patio del mercadillo de Puerta Ferrisa y fue él quien propuso la idea de hacer una asociación de consumidores de cannabis. A partir de entonces se convirtió en el abogado de la ARSEC, hasta su muerte hace cuatro años.
… Y la antigua “tienda de cómix y ciencia-ficción” se convirtió en sede social de la asociación –de la que fuiste presidente– y en librería psicoactiva… ¿Fue un proceso digamos natural o más bien un parto con cesárea?
Más bien fue una liberación para mí. Como librero de comics ya no había comics para adultos y yo no quería una librería para niños y mentes elementales que no leían libros, sólo tebeos infantiloides. Un día me trajeron La búsqueda del águila, de Fred Alan Wolf, editado por una editorial nueva, La Liebre de Marzo, lo leí, pedí seis ejemplares a un distribuidor y lo puse a la venta. A partir de ahí solo quedaron los tebeos de Los Freaks Brothers y los de Robert Crumb. Todo lo demás eran libros sobre drogas. No fue traumático.
Por Makoki debió pasar toda la inteligentzia cannábica ¿Alguna anécdota?
El día que Josep Mª Fericgla trajo a Albert Hofmann fue muy especial, muy raro. Todos los que estábamos allí tuvimos un momento cuasi espiritual que nos duró varios días. Cuando descubrimos que el CBD era lo que iba bien a los pacientes de enfermedades neorudegenerativas y el día que descubrimos que el CBD, gracias a Alexander Shulgin, se puede convertir en THC por isomerización también fueron muy señalados.
Los miembros de ARSEC llevasteis a cabo en Montbrió del Camp (Tarragona) la primera plantación colectiva de marihuana y, de alguna manera, forzasteis a que se pronunciara la magistratura sobre el cultivo con fines de autoabastecimiento, de autoconsumo. Fue lo que se denominó “vía o brecha catalana”. En aquel momento, la actuación policial fue divergente –según los distintos cuerpos que intervinieron– y, en cierta medida, precipitó los acontecimientos. Te importaría recordarnos sucintamente los hechos y hacernos un balance de los mismos.
Después de la carta que nos mandó el fiscal José Mª de Mena, en la que nos decía que una plantación preordenada al autoconsumo no sería delito. Pero que todo era en teoría, puesto que no existía caso. Así que la asamblea decidió llevar la teoría a la práctica. Joaquín Blasco nos dejó el terreno de Montbrió y cuando empezaba la primavera, unos setenta socios nos comprometimos a realizar los trabajos de plantación y cuidados. La plantación estaba vigilada por los mossos, la policía autonómica, pero un día que faltaron la Guardia Civil entró y se llevó las plantas, aún sin acogollar. Los mossos al día siguiente, al no ver las plantas, supusieron que nos las habíamos llevado nosotros. Total que en junio se presentaron los mossos en la ARSEC, con la historia de que las plantas, que ellos vigilaban, por una denuncia de un lugareño, habían desaparecido y nosotros las habíamos cortado. Nos quedamos estupefactos. Alucinábamos cuando dijeron que las plantas habían desaparecido. La Guardia Civil, antes de informar al juez, destruyó las plantas “mediante el fuego”. Días después el juzgado recibió un papel de la Guardia Civil donde exponían que fueron ellos quienes habían recogido y destruido las plantas. Y que las habían encontrado mientras el cabo “realizaba, en el campo, las labores del cuerpo”. Y así fuimos a juicio, sin plantas, que fueron recogidas antes de que tuvieran THC. Es decir, fuimos juzgados por plantar cáñamo industrial. En el juicio, cuando el guardia civil mintió, y se comprobó su mentira, estuvo a punto de ser encausado por falso testimonio. Además, habíamos sido investigados sin mediar una investigación judicial, de la cual debíamos haber sido informados. Todo muy penoso y tercermundista. Y eso que en los papeles de los mossos ponía “policía científica”. ¡Increíble! El primer juicio, en la Audiencia de Tarragona lo ganamos, pero la apelación del fiscal fue vista por el Supremo a puerta cerrada, sacándose de la manga lo de “delito abstracto” y condenándonos. Después perdimos en el Constitucional y en el Derechos Humanos de Estrasburgo. No pudimos ejercer nuestro derecho a recurso y nadie se dio cuenta, una pena.
Hay quien dice que la comercialización de semillas de cannabis es un error desde la perspectiva del antiprohibicionismo ¿cómo lo ves?
Nosotros pensábamos que la marihuana debería ser gratis. Y lo mismo las semillas. Estas se regalan y los cultivadores proveen a los pacientes y socios que no cultiven. Con la llegada de los avida dollars de los bancos de semillas holandeses todo se convirtió en negocio y las asociaciones fueron sustituidas por los grows, las revistas y las ferias del cannabis. Y actualmente por los clubes de fumadores, la iniciativa puntera de los consumidores, que han puesto de los nervios a la fiscalía y al Plan Nacional sobre Drogas (PNSD) del Gobierno. De ahí las nuevas y represivas normas que quieren introducir en la nueva Ley de Seguridad Ciudadana. Espero que sea otra paletada en la tumba del PNSD.
Cáñamo, Yerba, La María de Softsecrets, Cannabis Magazine, El Cultivador, Canna Habla… ¿Es España el país con más revistas de papel impreso sobre el cannabis?
Desde luego, aunque sea un absurdo en un país donde apenas se lee. Pero el contagio holandés por el lucro, que ellos llaman espíritu empresarial, contribuyó mucho a que los activistas buscaran beneficios en sus actividades, que hasta entonces eran gratis y voluntarias. La mayoría de estas publicaciones son plataformas publicitarias de la industria del cultivo y de los bancos de semillas.
En marzo de 1997 colaboraste en la presentación de la campaña “Me planto!”. Nunca olvidaremos tu intervención en el Teatro Alfil de Madrid, parándole los pies con efectividad y elegancia desde el escenario al típico reventador de actos, sin por ello perder el hilo antiprohibicionista y combativo de tu discurso. ¿Cómo se consiguen esas tablas?
Bueno, eso lo conseguí, primero dando clases de Historia de la Economía a alumnos de COU, dando cientos de conferencias en casi todas las Comunidades Autónomas, que durante el boom del cómic organizaban jornadas y eventos sobre la historieta, siendo el speaker en todas las asambleas de la ARSEC, dirigiéndome a públicos de más de trescientas personas y con miles de entrevistas en radio y televisión. Estas experiencias me sirvieron cuando recorrí otra vez toda la Península hablando en actos a favor de la marihuana. Coges el tranquillo, cuando meter un dato, una reflexión o romper el ritmo con una anécdota o una ocurrencia. Se trata de mantener la atención del público, evitando que se aburran o desconecten del discurso. Siempre me parecía que me faltaba tiempo para explicar más cosas de la prohibición, de la maría, de la Historia…
¿Por qué te decantarías antes, por una sativa tranquila e introspectiva o por una índica excitante y altamente psiquedélica?
Siempre sativa, te activa para escribir y, además, a mi edad busco la calma. De joven aprendí que “la coz de mula”, una vez que la has experimentado, no sirve para nada, jamacucos y pálidas aparte.
¿Te parece cuestión de salud pública o de intrínseco derecho individual, el consumo de marihuana?
De derecho individual, evidentemente. Y aunque sólo sea porque cuando buscas la calma, relajarte, ya te estás automedicando.
¿Y en el caso de otras sustancias ilegales?
Muchas personas se automedican con otras sustancias ilegales, pero el modelo de legalización da la marihuana no vale para los opiáceos, ni para la cocaína, no digamos el alcohol y el tabaco. Por no hablar de las personas que necesitan sedantes y se hacen adictos a los estimulantes o viceversa.
Después de 32 años como librero, cerraste Makoki en 2009. Ahora tienes una especie de mini-job en la librería de la revista Cáñamo…
Primero tuve que montar la librería. Son 300 títulos de drogas y cerebro. Pronto tendrá su página on line, libreriaoniria.com, y en Navidades ya funcionará. Para mí ha sido una suerte, media jornada era lo que yo buscaba y además, en lo que más me gusta.
Uno tiene la impresión de que siempre has vivido rodeado de libros… ¿De dónde viene esa devoción tuya por la letra impresa, por no decir bibliofilia?
Siempre fui un lector empedernido. Y llevar una librería durante treinta años me permitió acceder a más libros de los que podía leer. Así que dejé, casi, de leer novelas y me centré en el ensayo. No concibo la vida sin libros.
¿Con los libros que te han desaparecido a lo largo de tu vida –prestados y no devueltos, extraviados en mudanzas, etcétera– se podría formar una buena biblioteca?
Dos buenas bibliotecas. Los tebeos acumulados, un camión, los doné al Salón del Cómic. Dividieron el legado en dos partes, los buenos los cedieron al futuro Museo de Cómic y los fanzines se quedaron en un húmedo sótano donde se echarán a perder. Otro camión, con los libros de la ARSEC, se lo donamos al Grupo IGIA y cuando se quedaron sin local dividieron el legado en dos partes, los buenos se los quedaron y los papeles y documentos los cedieron a otra asociación. Creo que nunca superaré la frustración. Debí quedármelos en guardia y custodia.
Junto con un montón de amigos colaboraste en una especie de libro-homenaje a Nazario y a aquella Barcelona divertida y caótica de los 70 y lanzabas una pregunta al aire: “¿Se puede hoy ser disidente sin arriesgar tu forma de vida, o la vida misma?”… Ya han pasado diez años… ¿A qué conclusión has llegado?
Los héroes de nuestra época son Julian Assange, el pobre soldado Manning y Edward Snowden. Por denunciar el mal funcionamiento de esta democracia vigilada han arruinado sus vidas y son perseguidos como peligros públicos. Yo diría que estamos peor, mucho peor.
Desde la atalaya privilegiada que supuso la librería Makoki, ¿cómo has vivido la transformación del barrio Gótico y demás zonas colindantes de Barcelona, de centro histórico enrollado en parque de temático para turistas?
Es desolador. Han desaparecido los negocios tradicionales, algunos centenarios, como las herboristerías, librerías, para abrir chiringuitos como los que se encuentran en todas las ciudades de Europa y del mundo. Una uniformidad por abajo para satisfacer la demanda de un turismo barato de sol, playa y alpargatas, que no gastan ni en restaurantes, compran un bocata y se lo comen sentados en el suelo. Un fenómeno que sólo afecta al Centro histórico de la ciudad, de donde no salen nunca los guiris. Los pudientes de los cruceros sólo ven las Ramblas y el Paseo de Gracia y funden las tarjetas de crédito. Los hoteles de lujo y el Ayuntamiento se reparten ese maná. A los habitantes de centro les toca vivir en un barrio cada vez menos adecuado y soportar todo tipo de japonecedades.
En La ligereza de las montañas (2011), hasta ahora último disco del grupo de rock experimental Macromassa, hay un tema que se titula “Cómo alcanzar la Conchi según Felipe Borrallo”. ¿Tienes algún inconveniente en desentrañar el secreto de esa canción para los lectores del blog de la revista Ulises?
Leyendo El viaje al Oeste, del monje Xuazang, un viaje de 1.600 páginas del monje Tripitaka escoltado por cuatro inmortales, que debe alcanzar al fin del viaje la iluminación y volver con los papeles de las enseñanzas de Buda. Pues bien, la Conchi es la conciencia, Tripitaka, y sus cuatro escoltas son los cuatro neurotransmisores que modulan la conciencia, serotonina, dopamina, endorfina y endocannabinoide. Se trataba de transponer las peripecias del libro al cerebro, con la idea de hacer una historieta que explicara a los jóvenes el funcionamiento de las drogas en el cerebro. La idea, recogida por Jorge Cervantes para buscar un dibujante, duerme en un cajón. Se la conté a Víctor Nubla y la convirtió en música. Me quedé pasmao, gratamente pasmao.
Nos consta que a menudo te dejas llevar por el entusiasmo y hablas de la Gran Revolución Cannábica Inminente… ¿Crees que la actual política normalizadora adoptada por Uruguay es el primer paso? ¿Cómo ves el futuro inmediato en este sentido?
El discurso prohibicionista oficial del Convenio de la ONU se ha resquebrajado. Fomenta lo que pretende evitar, el consumo, y unos pocos países no están dispuestos a perseguir a sus ciudadanos como enemigos en esta absurda cruzada o guerra contra las drogas. Creo que el primer paso lo dio Evo Morales, lo conozco y no es santo de mi devoción, cuando denunció el Tratado Único sobre drogas de la ONU. Se salió, y luego volvió a entrar, reservándose una cláusula por la cual el Convenio no considerará la hoja de coca como una planta prohibida en Bolivia. Uruguay podría seguir el mismo camino respecto a la marihuana. Ese podría ser el primer paso para que otros países denuncien el Convenio. Sería el principio del fin del Tratado.
En un cementerio de Albacete hay un epitafio datado en 2004 que dice lo siguiente: “Cuando nací, todos reían y yo lloraba. Viví de tal manera, que cuando morí, todos lloraron y yo reí. D. L. A. La marihuana es lo que tiene”. ¿Lo suscribirías?
Me encanta esta lápida. La suscribo: “La marihuana es lo que tiene”.
¿Te parece dura la vida?
La vida me ha tratado bien, en líneas generales, pero si no estoy ciego o muerto, es gracias a una mujer maravillosa, mi mujer, Teresa, a la que debo todo lo mejor que me ha pasado en la vida. “El amor es lo que tiene”.
Recomiéndanos un libro, uno solo…
El río, de Wade Davis.