David Castillo

David Castillo

Entrevista realizada por Habi Alh Habi BCN, 2020

«Pasamos de las greñas y el rollo al fenómeno punk o la new wave sin demasiados traumas»

¿Por qué escribes novelas?

Pues la verdad es que no lo sé: porque comporta situarte en otra esfera, incluso en otra realidad. Y no siempre es agradable. Escribo buscando una concepción psicoanalítica, por una necesidad profunda. Y más cuando tengo una historia buena para desarrollar. He escrito seis novelas y siempre pienso que esta será la última.

¿Y poesías?

Si no escribo poesía, me muero. Las he escrito desde que era un niño. Primero por influencia de Juan Ramón, después por el propio ritmo de las palabras y los sentimientos. Escribir poesía para mí es como respirar y fluir. Sin la visión que da la poesía el mundo no tiene sentido.

¿Qué supuso para ti personalmente el revuelo, por llamarlo así, de los años 70 del siglo xx?

Coincidió con nuestra juventud el final de la dictadura y la llegada de lo nuevo. Eran muchos estímulos, que seguramente se han exagerado en la idealización, pero valió la pena vivirlos. Conocer toda aquella gente y sus ideas me marcaron de por vida. Esa fue nuestra auténtica universidad.

¿Cómo te sedujo la mirada ácrata a una edad tan temprana?

El hecho de disentir fue fundamental porque todo el resto era gente meliflua y teníamos que romper con la represión, no exclusivamente la política. Los libertarios, con todas las reservas que hagan falta, eran capaces de mirar diferente, no optar al poder, sino intentar hacer posible lo igualitario, lo horizontal.

Te acompañaste en tus aventuras vitales de personajes de todo tipo: artistas plásticos, activistas, músicos, fotógrafos, maestros de escuela…. Hubo uno, Pere Marcilla, del que nos gustaría saber cómo lo recuerdas.

Ahí no nos planteábamos disciplinas, ya lo sabes. Vivíamos las aventuras de los otros con intensidad, todo era poético: el cine, la pintura, el deporte, el amor, el sexo… Pere Marcilla vivía a pocos metros de mi casa con su compañera y su niño pequeño. Lo conocí en la primera librería Cosa Nostra de la calle Cartagena. Al principio íbamos a ver a David Urbano, pero intimamos con él y con Martí. Pere era organizador de tinglados y te presentaba a mucha gente interesante. Pere me dejaba libros cuando no los podía pagar y me descubrió autores como Burroughs, Jung, Boris Vian, los simbolistas franceses o Manuel de Pedrolo, que le encantaba.

El abanico de subculturas que en aquellos años poblaron tanto Barcelona capital como su extrarradio fue bastante amplio: mods, hippies, pasotas, punkis, ecologistas… ¿Cómo era la convivencia entre ellos? ¿Fue conflictiva o más bien supusieron diferentes expresiones de una misma rebeldía juvenil?

Para nosotros todo era la mismo. Pasamos de las greñas y el rollo al fenómeno punk o la new wave sin demasiados traumas. Podías leer antipsiquiatría con Henry Miller, Bakunin con Anaïs Nin, el situacionismo y Valle-Inclán, Cela y Copi con el mismo entusiasmo. Éramos unos ingenuos inveterados, ansiosos de descubrir el mundo.

Las ideas ácratas, libertarias, han ido evolucionando según los tiempos. Brillantes pensadores han venido aportando una crítica mirada a la realidad social de cada época. ¿Crees que seguirán sucediéndose estos pensadores ante cualquier tipo de cambio social?

La libertad es una finalidad y existe más allá de Kropotkin o Malatesta. Siempre hay mentes nuevas que intentan aportar un reflejo libertario contra el totalitarismo. De hecho, lo que pretendemos es que cada hijo de vecino tenga una mentalidad propia, que no se deje condicionar por el rebaño y el orden. El desorden siempre será nuestra Beatriz.

Si tuvieras que explicar a un indígena de las selvas asiáticas o amazónicas qué es la cultura en Occidente ¿Cómo se lo explicarías?

Como un balbuceo y le recomendaría que volviese por donde ha venido sin indagar demasiado. Quizás lo pertinente sería el respeto por la naturaleza, que Occidente y las culturas hegemónicas han intentado destruir de manera suicida.

¿Qué criterios mantienes para seleccionar los títulos editados por el Ajuntament de Barcelona sobre personajes y la memoria de los comentados años 70 del siglo xx?

Básicamente recuperar material desconocido y acercarlo a los posibles lectores a precios económicos. La idea es intentar mostrar un puzle desordenado de gente con ideas a aportar y que no tienen un sello editorial para hacerlo. Por ejemplo, algunos autores que han desaparecido en el intento, e ideas, viajes y proyectos que creemos que no han caducado.

2020 será un año bisagra, un antes y después. ¿Cómo ves lo que viene?

Lo veo con incertidumbre, no soy nada original. No obstante, la vida monacal, el final del consumo y de la contaminación creo que nos convienen. Se podrían plantear cosas nuevas a partir del respeto. Ahora debemos luchar para intentar salvar a los veteranos, que caen como moscas. Una pena perder tanta gente válida con esta epidemia.

Háblanos por favor de tu última novela El tango de Dien Bien Phu.

Quince años en la biografía de unos luchadores que no se resignaron a la derrota. Gente maltratada por la historia que no quería que pasara desapercibida. Por ese motivo he luchado por la visibilidad del libro como antes hice con Barcelona Poesía Contracultura, en el que recuperamos la obra de diecinueve cerebros poéticos, que en muchos casos fueron nuestros maestros. Ya sabes de quien hablo: Pere, Albert, Dani, Leo, Xavier, Pau, Carlos, Jordi y todos los demás. Planteo una reivindicación colectiva y no abandonar a los muertos como si fueran un producto. Sus ideas y sus poemas continúan de este modo entre nosotros, para quien los quiera adquirir.

¿Puedes dar unas pinceladas sobre personajes como Luis André Edo, Agustín García Calvo (ya fallecidos) o Antonio Orihuela?

Bueno, tres cracks del rollo ácrata. Edo nos marcó a fuego, desde las barricadas, la cárcel, la amistad… Agustín era el tío zamorano que trajimos en infinidad de ocasiones y que siempre aportaba gimnasia intelectual sana y vivificadora. Antonio es un santo en el sentido mágico y positivo de la palabra, nunca un santón. Ver a Antonio siempre es un aliciente, como a ti, vamos…

Has sido galardonado como poeta y eres un reconocido periodista ¿Cómo es esto de los premios para ti?

Siempre va asociado a la búsqueda de un público y que no todo pase desapercibido. Me he presentado a pocos premios y he recibido unos cuantos por obra publicada, aquí y en esos mundos aparentemente lejanos. Los premios en sí no son nada, simplemente proyectan y te dan tribunas, que no siempre tienes. Busco un cierto utilitarismo porque la vida de los artistas no es fácil. Yo vengo del pueblo y nadie, quizás excepto Pere, me ha dado nada. He tenido que luchar, y a veces la lucha pasa por competir por algo que deberían dar sin necesidad de exámenes, que no soporto.

Finalmente, ¿eres de los que confía en nuestra especie humana?

No en todos (risas). Me defino como misántropo, pero hago excepciones, y disfruto mucho de la amistad de la gente auténtica, de la cantidad de personas válidas que pasan desapercibidas. Prefiero ver esa parte buena que la tóxica.